Un irrisorio pum-pum.
Es como si tu alma enfermara. El virus la mastica, pero no la mata. ¿Duele? No, no sientes nada. Nada físico, sientes el vacío. Y nada más. Porque la nada, nada es. Y aún así es algo. Porque el vacío pesa más que todo lo material que podrías amontonar en un planeta soberbio y consumista al que, hipotéticamente, le doy el nombre de “la Tierra” (¿debería hacer gracia algo tan veraz?). No me importa si me reitero. ¡Orgullosa! Yo no me retracto.
No es como si te faltara algo realmente necesario para vivir. Tu corazón sigue latiendo. Sístole. Diástole. Sístole. Diástole. Sístole. Diástole. Continuamente. Pero son sólo irrisorios pum-pum que, aunque te den vida e iluminen tus mejillas, carecen de sentido.
No es como si te faltara algo realmente necesario para vivir. Tu corazón sigue latiendo. Sístole. Diástole. Sístole. Diástole. Sístole. Diástole. Continuamente. Pero son sólo irrisorios pum-pum que, aunque te den vida e iluminen tus mejillas, carecen de sentido.
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