Mi antigüedad.

Sin siquiera haber rozado a Romeo Capuleto era conocida como reina de la tragedia. Fuera o no tontería las lágrimas emergían. Aquel mechón de pelo que ocultaba sus pupilas, el más tenebroso rasgo de sus características. Definirla. Pero no dibujando con un dedo sobre la arena su silueta. Sólo pronunciar su apodo y ya te la imaginas. Siempre pueril zagala, siempre sumisa. Si te acercabas a ella sigilosamente podías escucharla tararear desde el más duro sólo de guitarra eléctrica hasta la más dulce canción de Queen. Risueña, pícara, traviesa. El más bonito verbo “ser”. Sé lo que sea, pero sélo. Ser o no ser no es toda la cuestión. Sino pregúntaselo a ella. Chavala que se preguntó y así es como soy quien soy.

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