b#
Al acabar este curso, habrá acabado algo más que un curso.
La vida es cíclica. Este 24 de junio, al despertar, sonreiré porque creeré estar rozando algo nuevo, algo antaño inexistente. La libertad. Para él o para ella (no importa el sexo, sólo sé que solía llamarse persona) sólo será un día más. Un día más viviendo, tal y como lo denominaba Gautama Buda, en Nirvana. En ocasiones, durante el curso escolar, me siento retenida contra mi voluntad. Mas nadie como ella para explicarme el verdadero significado de iniquidad.
Al comienzo del verano habré acabado una etapa, me llamarán niña mayor, habré tomado una gran decisión. Hace años, meses, o semanas que él no puede elegir siquiera si respirar o no. Porque han derrocado hasta el más nimio recoveco de su alma.
Aquel ser o no ser que está ahí es ignorado plenamente por mí. Puedo echarle las culpas a la falta de reciprocidad o a un capricho pueril. Pero, reiterándome, admito, qué sé yo de equidad hablando de lo divino. ¿Tendrá ella aún fuerzas para implorar por una salvación inminente?
Nueve meses al año vivo en una condición en que me veo obligada a acostarme cada noche con mi tediosa enamorada, doña Rutina, a quien vivo esposada. Aún así, sé que hay peores carcelarias, he visto sus ojillos malévolos tramando su próxima actuación tirana.
Yo sigo haciendo mi camino al andar y, aunque mis zapatillas estén ya raídas, no importa nada. No pienso añadir más condecoraciones a su, estúpidamente, amada bandera. Me niego rotundamente, prefiero morir descalza. Él no puede elegir qué calzar, no puede siquiera evitar la perversa melodía que componen las cadenas que arrastra por el infierno de Guantánamo.
Mi sonrisa es censurada por suspensos, tonterías. Ella no posee una sonrisa que censurar.
¿Qué será vivir sin vida?
Al fin de este curso me llevaré un montón de recuerdos, me iré de la mano de muchas personas, habré cambiado… Y tras tanto analizar quizá exagere dándole vueltas a una cuestión: ¿habrá sido todo en vano? Él o ella tal vez está ya bajo tierra y yo no lo he podido evitar.
Al igual que no puedo evitar esta sonrisita de suficiencia porque me gusta poner punto final.
La vida es cíclica. Este 24 de junio, al despertar, sonreiré porque creeré estar rozando algo nuevo, algo antaño inexistente. La libertad. Para él o para ella (no importa el sexo, sólo sé que solía llamarse persona) sólo será un día más. Un día más viviendo, tal y como lo denominaba Gautama Buda, en Nirvana. En ocasiones, durante el curso escolar, me siento retenida contra mi voluntad. Mas nadie como ella para explicarme el verdadero significado de iniquidad.
Al comienzo del verano habré acabado una etapa, me llamarán niña mayor, habré tomado una gran decisión. Hace años, meses, o semanas que él no puede elegir siquiera si respirar o no. Porque han derrocado hasta el más nimio recoveco de su alma.
Aquel ser o no ser que está ahí es ignorado plenamente por mí. Puedo echarle las culpas a la falta de reciprocidad o a un capricho pueril. Pero, reiterándome, admito, qué sé yo de equidad hablando de lo divino. ¿Tendrá ella aún fuerzas para implorar por una salvación inminente?
Nueve meses al año vivo en una condición en que me veo obligada a acostarme cada noche con mi tediosa enamorada, doña Rutina, a quien vivo esposada. Aún así, sé que hay peores carcelarias, he visto sus ojillos malévolos tramando su próxima actuación tirana.
Yo sigo haciendo mi camino al andar y, aunque mis zapatillas estén ya raídas, no importa nada. No pienso añadir más condecoraciones a su, estúpidamente, amada bandera. Me niego rotundamente, prefiero morir descalza. Él no puede elegir qué calzar, no puede siquiera evitar la perversa melodía que componen las cadenas que arrastra por el infierno de Guantánamo.
Mi sonrisa es censurada por suspensos, tonterías. Ella no posee una sonrisa que censurar.
¿Qué será vivir sin vida?
Al fin de este curso me llevaré un montón de recuerdos, me iré de la mano de muchas personas, habré cambiado… Y tras tanto analizar quizá exagere dándole vueltas a una cuestión: ¿habrá sido todo en vano? Él o ella tal vez está ya bajo tierra y yo no lo he podido evitar.
Al igual que no puedo evitar esta sonrisita de suficiencia porque me gusta poner punto final.
Comentarios