Naturaleza sexual reprimida.

Me pongo los cascos. Californication, de los Red Hot Chili Peppers. Pienso en ti. Y pienso en tocarme, pero sé de tu existencia, y esto pierde el sentido.
Habla de Hollywood, de superficialidad. Nombra a mi amado Cobain. Habla de unicornios. Y de pornografía liviana, ¿es eso posible? No lo creo, pero da igual. Mi diccionario ha censurado demasiadas palabras. Y mi mano cansada se resigna bajo las sábanas. Noto la pared fría en la espalda, y me despojo de las bragas. Pero el placer no cede. Qué duro saber que existen y no poder disfrutarlas: clímax, éxtasis, confort, gozo, agrado, culmen, gusto, satisfacción, complacencia, deleite, apogeo...
Me gustaría ser mago, y convertir los sueños en algo sólido, lógico, factible, real. Pero no tengo ese don, no soy dios.
Esta canción es realmente buena. Cinco minutos, veintitrés segundos. Aunque he de admitir que aquel trago de ginebra le daba un toque mágico. ¡Sí que estoy ilusa esta noche! Ilusa y agotada. Ansío el verano y su sentido de libertad. Levantarme temprano, oler el césped recién cortado y darme un chapuzón helado con sabor a cloro. Exquisito. Pero no tanto como imaginarte.
La imperfección significa felicidad. Aun así no encuentro fallos en Californication.
Cinco minutos, veintitrés segundos perdidos. Sigo jugando, pero nada consigo. Me rindo. Buenas noches, Frusciante.

Comentarios