Fui frígida.
La madre observa minuciosa y detalladamente cómo su hija se vuelve fulana. No es sólo por esos tacones infinitos que estilizan sus piernas, ni por el pequeño vestido palabra de honor que realza su pecho y poco lugar deja a la imaginación. No es sólo por el cabello pulcramente ondulado y con una chistera, al más puro estilo Charles Chaplin, adornado. Tampoco por el peculiar imperdible que cuelga de su cuello. Ni por ese maquillaje tan candente.
Furcia barata que se prostituye en las calles de la filosofía. Comprada incluso por la más necia explicación.
Entregada gratuitamente a las enseñanzas de cualquiera que ose llamarse irracional. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? Es atada de piernas y brazos y obligada a cuestionarse hasta el más idiota de los porqués. Su mente pueril e idiota, contaminada por la llamada “sociedad del siglo XXI”, difícilmente halla respuestas. Mas sus entrenadores predilectos no se separan de ella. No al menos mientras el éxtasis no aceche.
Entrenar hasta saber todas y cada una de las posturas del Kamasutra. Alcanzar cada meta que se proponga. Humanista, ilustrada… ¿Acaso importa? En pocas palabras, “genial en la cama”.
Comentarios