Como tú.

En mi canción favorita de su gran repertorio enuncia “él nada en mis ojos por la cama”. Mi querida Amy, jamás te plagiaría, eres la sanadora de mi alma con tu soul. Incluso atrevo a sonreírme, suena irónico.
Pero, a lo que iba, no pienso reproducir exactamente lo que tu potente voz canta; sin embargo, no sé expresar lo que sentí aquel día entre sus brazos.
Tras el daño causado, creí imposible haberlo amado, con tan sólo trece años. Mas, sé perfectamente que lo hicimos, nos quisimos.
Cerca de veinte sillas con sus respectivos pupitres. Y obviamente la pizarra, con los correspondientes retazos del último profesor que vino a intentar enseñar algo a unos adolescentes que, a lo largo de su vida, poca educación han adquirido.
En fin. Acogedor lugar para un primer beso…
Creyendo crear un ambiente más romántico, cerré las persianas y las luces.
Acudí a su encuentro y dejé de ser aquel pétalo de la flor que mi alma es.
Me convertí en ése al que el deseo carnal inspira.

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