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Perdonad si os hablo un poco de mí. Es hora ya de confesar mi más terrible secreto a voces. Soy una asesina. Mis más letales armas, los suspiros y las palabras. El móvil del crimen, explayar mi filosofía. Mis víctimas, mis propias hermanas. El método, haciendo callar, interrumpiendo, cortando silencios.
Cuántas veces he caído en las redes de Satán, provocador, diablillo, me tiende la mano y a matar. Mas no es el infierno mi pena, mi condena. Pues no he llegado la sangre a rozar. No, no me he atrevido a pecar. ¿Entiendes? No soy necrófila aunque me guste matar.
Pum, pum, pum, pum… Mis dedos bailan sobre la mesa poseídos por la ansiedad. Tic, tac, tic, tac… Y el segundero baila circundando los numeritos que, maniáticamente, intentan ordenar el tiempo. Tú sigues exponiendo tus ideales. No aguanto más. Entonces, fruto de la impaciencia, aparece un revólver en mi mano inquieta, con que doy en el blanco de tu alma. Anulando así tu libertad.
Mientras cavaba tu tumba, pensaba en pedir perdón. Ahogar mis penas en un pozo y luego echar una siesta en aquellas nubes de algodón. Nubes que tal vez no tocaré, porque me he portado mal.
Cavilar acerca del arrepentimiento, pero sin llegarlo realmente a considerar. Lo que hice, lo hice tras pensarlo. Si me describes no puedes hablar de espontaneidad, en cambio, sí puedes hacerlo mencionando mi egocentrismo y mi seguridad. Soy una asesina, pero no por elección propia, no lo puedo evitar. Llámalo vicio, obsesión o manía. Es lo que tiene ser natural. De todas formas, tampoco es que sea infeliz. Aunque piense demasiado en el pasado y mis malévolos actos. Jamás pecaré por matar a un pájaro pues me gusta su cantar, sé que soy mejor que él y no me atrevería a meterme con alguien más pequeño que yo.
¿Qué tipo de cárcel esperará a una reclusa como yo? Vivo reclusa de mi depravación, viviré alejada de ésta. Sí, sea como sea acabaré reclusa.
Gajes del fanatismo.

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