Pérfido combate.
El hombre uniformado, con silbato al pecho, toca la campana y anuncia:
—Por la derecha tenemos a Billie-Jean. Peso X, altura Y. Representante del alma. Y por la izquierda tenemos a Ginevra. Peso W, altura K. Representante de la razón.
Tan esbeltas y bonitas como siempre entran al escenario sobre el que lucharán a muerte.
Suena el silbato y él anuncia “¡Ring uno!”. Mis ojos enrojecen. Me duele que se estén peleando de esta manera. Me siento como el suelo que pisan. Las motas de sudor mezcladas con las de sangre y las de lágrimas reflejan mi tristeza.
Y así se suceden, uno tras otro, los infinitos rings. No quiero elegir. Eso sería muy rudo. Mientras tanto, es igualmente rudo, que mi suelo esté empapado.
¿Dónde se hallará escondida la fregona?
—Por la derecha tenemos a Billie-Jean. Peso X, altura Y. Representante del alma. Y por la izquierda tenemos a Ginevra. Peso W, altura K. Representante de la razón.
Tan esbeltas y bonitas como siempre entran al escenario sobre el que lucharán a muerte.
Suena el silbato y él anuncia “¡Ring uno!”. Mis ojos enrojecen. Me duele que se estén peleando de esta manera. Me siento como el suelo que pisan. Las motas de sudor mezcladas con las de sangre y las de lágrimas reflejan mi tristeza.
Y así se suceden, uno tras otro, los infinitos rings. No quiero elegir. Eso sería muy rudo. Mientras tanto, es igualmente rudo, que mi suelo esté empapado.
¿Dónde se hallará escondida la fregona?
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