Extirpas de mi identidad un tumor.
Mi piel inexperta lo pide a gritos, "tócame, como mi mano lo hizo ayer". Cuerpos desnudos que requieren pudor pues las cortinas están descorridas y ya se advierten los primeros atisbos del astro rey. Besos iluminados por centelleos fruto de un sol tan primerizo como yo. Diferencia, complemento circunstancial de lugar: yo en tu cama, él en el cielo.
Las más atroces locuras cometidas y, aún así, al hablar de esto, la sangre mi cara inunda. Y las identidades de doña Vergüenza, el señor Miedo y don Desconocimiento se entremezclan dando lugar a una palabra que me vuelve apática.
No la puedo evitar, esta inocencia, es parte de mí. He pasado horas pidiendo a los complementos indirectos que me rodeaban que me violasen. Sólo es parte del juego. Tal que temo a la oscuridad, mas amo la espeluznante sensación al enfrentarme a ella.
¡Viólame! Le dije a mi novio, a mi profesora, a mi padre, a mi amiga.
¡Viólame! Canté, grité, soñé, escribí, tarareé, susurré.
¡Viólame! Aunque no fuera ése mi deseo. Aunque pecara de insensatez. Es sólo vida, ¿nos violamos? Es decir, ¿pecamos?
La luz inunda el cuartito, nuestro despertar se vuelve hecho. Inspiras, expiras. Preciosa melodía acompasada por tu pecho. En el segundo veintisiete pienso en salir corriendo. En el segundo veintiocho ya estoy perdida, aunque me sujete firmemente a tu pelo. Y me arrancas con ternura el imperdible que colgaba de la cadena que recorre mi cuello. "¡Ya eres libre!" pronuncias aterciopeladamente. Y robas, con mi permiso, un resquicio de mi mente, mi carácter infantil.
Las más atroces locuras cometidas y, aún así, al hablar de esto, la sangre mi cara inunda. Y las identidades de doña Vergüenza, el señor Miedo y don Desconocimiento se entremezclan dando lugar a una palabra que me vuelve apática.
No la puedo evitar, esta inocencia, es parte de mí. He pasado horas pidiendo a los complementos indirectos que me rodeaban que me violasen. Sólo es parte del juego. Tal que temo a la oscuridad, mas amo la espeluznante sensación al enfrentarme a ella.
¡Viólame! Le dije a mi novio, a mi profesora, a mi padre, a mi amiga.
¡Viólame! Canté, grité, soñé, escribí, tarareé, susurré.
¡Viólame! Aunque no fuera ése mi deseo. Aunque pecara de insensatez. Es sólo vida, ¿nos violamos? Es decir, ¿pecamos?
La luz inunda el cuartito, nuestro despertar se vuelve hecho. Inspiras, expiras. Preciosa melodía acompasada por tu pecho. En el segundo veintisiete pienso en salir corriendo. En el segundo veintiocho ya estoy perdida, aunque me sujete firmemente a tu pelo. Y me arrancas con ternura el imperdible que colgaba de la cadena que recorre mi cuello. "¡Ya eres libre!" pronuncias aterciopeladamente. Y robas, con mi permiso, un resquicio de mi mente, mi carácter infantil.
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