Recuerdo sus labios muy rojos, sus descripciones del acto sexual, sus triquiñuelas, sus lágrimas con sabor a tequila, su olor a tabaco barato, su tez plateada como la luna llena, sus gestos mientras soñaba, su poesía, sus envoltorios de caramelo, sus pezones erectos, su precoz inteligencia, su llanto tras la ruptura, sus orgasmos musicales, sus pecados y sus vicios, sus dedos de guitarrista fallida, sus drogas, su pasión por la primavera, su manera de insultar sin indulto, sus idas y venidas, su destreza a la hora de describir lo que pensaba, lo que sentía. Recuerdo el sexo. Sobre todo el sexo. Pero lo que mejor recuerdo es que son sólo palabras. Que algún día la leí, caí rendida en sus bracitos, ojos cerrados, deleitándome en sueños infinitos. Sí. No pierdo de vista que son sólo palabras, por ello sufro. Por amar a una fémina de caligrama.