Desahucio.
A menudo me acompañan en el almuerzo noticias desgarradoras. Noticias asombrosas y dolorosas. Asombrosamente dolorosas. Destructoras. Abreojos. Despertadoras. Sobrecogedoras. Le atoran a una la garganta. Algunas de ellas son sobre desahucios. No me gustan. No me gustan las noticias en general, jamás cuentan la verdad (si acaso existe); pero detesto las noticias de desahucios.
Sin embargo, voy a ser egoísta y afirmar que antier me despertó el peor de los desahucios.
Desahuciada de su corazón.
Fue como te quiero, pero no te quiero. (Pero sin el como.)
Como los niños de Morelia, arrancados de su cálido, amado, confortable hogar. Porque, al fin y al cabo, el corazón del hombre que ama es como un hogar. ¿No?
Resignada a los decretos del amado.
¿Qué otra opción contemplar sino?
Sin embargo, voy a ser egoísta y afirmar que antier me despertó el peor de los desahucios.
Desahuciada de su corazón.
Fue como te quiero, pero no te quiero. (Pero sin el como.)
Como los niños de Morelia, arrancados de su cálido, amado, confortable hogar. Porque, al fin y al cabo, el corazón del hombre que ama es como un hogar. ¿No?
Resignada a los decretos del amado.
¿Qué otra opción contemplar sino?
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