«Te amo» son palabras mayores.

   Estoy bien, estable. Amanecí sintiéndome genial, liviana, desahogada, pero ahora soy pantagruélica. Necesito una grúa para pestañear. Me pesa el alma, hospedada en el pecho. Se me sumerge el cerebro en mareas tenebrosas. Y, para colmo, no puedo llorar.
   Estaba bien, estable hasta que llegó ese momento. Ese maldito momento (veleidoso en la hora, presente en cada uno de mis días) en que una daga me apuñala numerosas veces dejándome inválida. No muero. Soy un ente viviente moribundo. Quiero blanco o negro. Viva o muerta, no machacada.
   Estaré bien, estable y cuando menos me lo espere el monstruo del drama me abrazará, contagiándome.
   Quiero estar bien, pero no controlo. Quiero estabilizarme, pero no controlo. El alma supera al cerebro. Sé que me equivoco, pero no controlo. Sé (o quiero saber) que es un error, ¡pero es que no tengo control sobre mí! Y sólo quiero deshacerme de ella, borrar del mapa de mi vida la jodida hora infeliz...
   Pero no controlo.

Comentarios