Epístola a mi yo nictófoba.

   ¿Qué mejor manera de vencerla que encararla? Persiana bajada, cortinas cerradas. El armario abierto, la puerta cerrada. Luces apagadas.
   ¿Qué mejor manera? Ser cobarde. Otra cualquiera. Aprender a convivir con ella lo mejor que pueda. Ella, la oscuridad, me aterra. Me persigue, me envuelve, me asusta, me captura, me envenena. ¡Qué condena!
   No es la ausencia de luz, es su presencia. Es ella. Maldita sea.
   Comenzó con aquella película sobre alienígenas, luego fueron falsas conspiraciones que ideé, crisis y traumas, la desaparición de Dios y, al final, su mera existencia. Un conjunto de factores, un problema psicológico o eso, su existencia.
   Hice mi experimento (no fue el primero y no será el último) y a los pocos segundos encendí la luz para escribir estos versos que vergüenza me da denominar "versos libres". ¿Dónde está la rima? Donde habite la cura a mi fobia.

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