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Mostrando entradas de febrero, 2010

Optimismo. (3)

Y seguí caminando por mi precioso prado, el tiempo pasó, el sol se marchó y continué mi travesía. Un nuevo día llega y, tal cual lo hacen mis flores, demostrando sus encantos, brilla. Es mi prado, sólo mío, y, al igual que mis sueños, nadie puede invadirlo. Yo soy la reina. Soy yo quién posee el poder absoluto. Si hay alguien a quien deba señalarse como culpable de todo, tanto de lo bueno cómo de lo malo, ésa soy yo. Porque ¿quién sino podría obligar a mis flores a no florecer, a mi sol a no brillar, a mis alas a no volar? NADIE. Porque soy la niña reina y sueño libremente. Porque soy la débil reina y mis sueños destruyo. Porque soy la inocente reina, que tiene miedo al miedo. Sin embargo, sigo siendo la reina. Por eso sé que un día quitaré todas las normas que me obligo a cumplir. Entonces seré libre.

Por mi culpa, por mi gran culpa.

En espera. ¿Acudirá alguien a liberar estas muñecas mías? ¿Llegará alguien que de mí retire estas cadenas que yo misma coloqué? ¿Vendrá alguien a expandir estas alas que yo un día, llena de miedo, encogí? Tictac, tictac. Sé perfectamente que el tiempo no va a dejar de correr por mí, pero otro día más en este mundo, siendo retenida por mi peor enemiga, es otro día más y ya está. Los sueños están ahí, las expectativas, las esperanzas, los deseos también. Mas no relucen como debieran. Y la única culpable soy yo. O no. ¿Acaso es culpa mía el ser niña? El ser pequeña. El ser débil. El ser inocente. El ser cabezota. El ser maniática. El ser soñadora. El ser indecisa. El ser masoquista. ¿Sufrir intentándolo o sufrir por abstenerme a intentarlo? Entonces poso mi cabeza en la almohada, cierro los ojos y, mientras le doy vueltas a este asunto, empiezo a entrar en lo más profundo de mi subconsciente, soñando… Hora de levantarse. Bienvenida. Otro día más en el infierno que he creado.

Optimismo. (2)

Sigo andando y en mi camino voy recogiendo flores de colores. Flores que, en mi vida, podrían equivaler a virtudes y defectos. Flores lindas y flores feas pero, al fin y al cabo, ¿a quién no le gustan las flores? El sol brilla, las nubes bailan al son de un vals y las flores en mis manos empiezan a despedirse cerrando sus pétalos. Pero no perecen; todo se transforma, nada perece. La noche se acercará de un momento a otro y saludaré sonriente a la luna. Fue bonito disfrutar de la agradable compañía del sol mas, a veces, hemos de decir adiós y esperar pacientemente la visita de un nuevo compañero. Las cosas no salen como esperaba. En fin, es la vida. Giro la cabeza y ya está aquí. No tengo ni idea de qué me deparará esta velada que está empezando. "Hola." ¿Qué más da? ¿Por qué preocuparse ahora? Aún me queda tiempo para descubrir.

Tú.

Aspavientos con los brazos. Con mis brazos, mis lastimados brazos. Vete, vete y no vuelvas. No te quiero, nunca lo hice. Contigo a mi lado no puedo siquiera respirar. Eres tóxica. ¡Vete ya! Y no se va. ¿Es que acaso no entiendes? Te estoy rogando que te marches, que me dejes, que me olvides. ¡Por favor! No, no tiene ganas. ¿No comprendes? ¿No me comprendes? Soy ya mayorcita, no estoy jugando al escondite, estoy intentando evitarte. Deja de perseguirme. Sigue a cualquier otra. Pero a mí déjame. Huye, ten vida propia. Madura, olvida tantas tonterías y pensamientos sin sentido que habitan en tu mente. Deja atrás todo aquello que te constituye, tantas preguntas, tantas cuestiones… ¡Oh! Es imposible hablar contigo. ¿Qué voy a hacer? ¿Qué va a ser de mí? Me estás volviendo loca. Vístete, ponte tus zapatos de charol, dime adiós y mueve tus preciosas piernas en otra dirección. Suéltame, me haces daño. Aquí reitero ¿no has visto mis brazos? Me mantienes esposada día y noche, incansable...

La intención es lo que cuenta.

Otra lágrima cae por mi rostro. Y no puedo detenerla. ¿Acaso puedo detener algo a día de hoy? Quise parar de soñar y con esto parar de tropezar. Porque despertarse tras un sueño bonito duele. Porque quise ser astronauta para ir a Plutón, justo en el momento en que éste dejó de ser planeta. Porque quise inventar lo inalámbrico cuando ya había sido inventado lo portátil. Porque quise ser mujer hasta que me di cuenta de que sería niña hasta el fin de mis días. Porque quise escuchar susurros cuando estalló la guerra. Y otra lágrima surge de mi lagrimal para surcar mi rostro. Porque las ilusiones son necesarias en esta vida, y aprender de ellas también.

Ella.

Inspirar y expirar. No con la boca, no con los pulmones. No oxígeno, no dióxido de carbono. Siéntelas fluir. Rozar tu rostro. Barrer tu cabello. Arrastrar tu cuerpo. Estira el brazo, abre la mano y la cierra en torno a la nada. ¿O al todo? De la nada todo sale. Son tan sólo palabras. Bailando, corriendo, nadando, volando, saltando. De un lado a otro por mi alma, por mi mente. ¡Fusión! Toma lápiz y papel, ya oye sus pasos lentamente acercándose. Entonces siente su vaho tras la oreja. Dulce aroma. Dulce beso. Y entra, completamente, en ella. La posee. Toma su mano y la guía, obligándola a grabar retorcidos trazos de una caligrafía que algo oculta.

El fin.

Se acabó. Empiezo otra vez. Mis sueños matan. Matan al miedo. Matan a la razón. Matan a la desesperanza, a la angustia, a la desesperación. Aún no me lo puedo creer. Sangre, sudor y lágrimas, probablemente, me costará. Mas he de intentarlo. Dejarlos morir. Dejar morir a tus sueños no es algo correcto. Debería ser ilegal. “Que no sean asesinados” deberíamos reivindicar. Cometí un error, mas humana soy, y contra eso no es fácil luchar. Conseguir la bombilla y aprender a enfocar, observar la vida desde distintas perspectivas. Miróse al espejo y sorpresa grata se llevó: “¡oh!, qué ser tan magnífico soy”. Equivocarse es de humanos, rectificar, de sabios. Corre las cortinas, ese tupido velo. Deja traslucir la luz a través de las ventanas. ¡Oh sí! Deja que te dé de lleno. Que inunde tu alrededor. Porque sólo somos ínfimas partes de esta eternidad que habitamos, pero no es eso un impedimento (o no debiera serlo) a la hora de construir sueños. Adelante, juntos podemos. Es la vida, n...

Un "adiós" indefinido.

Aunque sea algo que odio hacer, fui en su busca. Y no la encontré. Se ha ido. ¿Volverá? Eso espero. No sé que pensar. Ha pasado ya una semana. Despertarse con la cabeza llena. Incapaz de ver más allá de esta niebla que me envuelve con sus vaporosos brazos. Y así comenzar el día pretendiendo soportar unas cuántas horas hasta llegado el momento en que pueda posar mis rizos sobre la almohada, cerrar los ojos y evadirme durante, lo menos, ocho horas. La vida. ¿Período determinado de tiempo? ¿Acaso llega a su fin? Ella se ha ido. Sé que no la encontraré, se descubrirá ella sola. Mas, saturada de esperanza, he mirado por todas partes. Una nota, un post-it, una carta, lo que sea. Sus letras, su indescifrable caligrafía, sus palabras, magnífica fusión la nuestra, ella Alma, yo Mente. La amo. Y ni siquiera sé cómo expresarlo. ¿Por qué? Una fotografía en que impreso nuestro amor está arde lentamente en mi chimenea de los recuerdos. La amo. Y ni siquiera fui capaz de decírselo mirándol...

Inesperado.

Tenía la certeza de que el sol sadría. Más bien creía tenerla. Sí, creía. Y creí mal. Porque mi tristeza no es debida a que el sol no saliera, sino que salió, pero su promesa rompió. Sus calientes rayos de sol ahí estaban. Sí, pero no me iluminaban. No me abrigaban. No coloreaban mis mejillas del color de las rosas de mi precioso prado. No era el sol. No era mi sol. Era el sol común. El público. El de todo el mundo. Dejó de lucirse especialmente para mí. Me abandonó. ¿Egoísta? ¿Yo? No, para nada. Simplemente soy la niña pequeña de la que él se aprovecho. La niña pequeña a la que rompió el corazón. Simplemente me prometió su amor y me defraudó.

Dificultad.

Se hace difícil. El respirar bajo el agua es coser y cantar cuando te encuentras entre la espada y la pared. (Demasiadas frases hechas.) Ser un monstruo. Y, claro está, al igual que, para todos ellos, una princesa ha de casarse con un príncipe; ser un monstruo es sinónimo de ser horrible. Se hace difícil. Buscar lo invisible en el cajón inexistente. Vista negra. Culpa de las gafas del pesimismo. Culpa de la situación que me toca vivir hoy. Se hace difícil. Querer ver al sol brillar en un día nublado.

El enésimo intento.

Yo no entiendo casi nunca. Tú crees entender. Ella no entiende nada. Y suele arrastrarme junto a ella al mundo de la ignorancia. Nosotras. Ella y yo. Lo intentamos. De veras que sí. Le damos mil y un vueltas con el fin de entender. Vosotras simplemente estáis en el juego. Ellas no tienen la necesidad de entender. Si esta cuestión fue elaborada por ellas, ¿cómo iban a necesitar el uso de algo, además de la lógica? Cuestiones. Personas que no juzgan, prejuzgan. No hablan, critican. No comprenden, se engañan admitiendo verdades superficiales. No escuchan, oyen; sus oídos dejaron de actuar como intermediarios en aquellas magníficas fusiones entre alma y mente hace ya tiempo. No piensan, escuchan a los que creen pensar, tatúan sobre mentes vírgenes aquello recientemente enunciado y, como un rayado disco de vinilo, repiten lo mismo una y otra vez (“el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”). No aprecian, sólo creen sentir la necesidad de poseer más. No aman, su...

Ella.

Ella se fue sin volver la vista atrás, sin regalarme por última vez sus almendrados ojos del color de la esmeralda. Ella se fue, su ligera mata de cabello castaño oscuro caía con desparpajo sobre sus hombros. Ella se fue, su tutú bailaba al son del viento. Su estrecha sombra, sobre el curtido campo de batalla, adivinaba su pequeña figura. Se marchó, ¿porque quiso o porque se sintió forzada a hacerlo? ¿Por qué decidió ella sola? ¿Cuál fue la razón de que cortara los hilos de esta relación? Dudas que dan lugar a preguntas y no entiendo nada. Nada a parte de una débil suposición que he hecho: ¿acaso acabó con esto porque no era más que una falacia llamada, equívocamente, amor? Ella se fue, dejó su aroma impregnado en mi alma. Tantos recuerdos tatuados a lo largo de mi frágil cuerpo. Y el cenicero está a rebosar de ceniza porque la extraño, la añoro, la echo de menos, y sigo sin comprender. Si no era amor, ¿por qué siento este dolor? No era amor o al menos no del verdadero, pues di...