Ella.

Ella se fue sin volver la vista atrás, sin regalarme por última vez sus almendrados ojos del color de la esmeralda.
Ella se fue, su ligera mata de cabello castaño oscuro caía con desparpajo sobre sus hombros.
Ella se fue, su tutú bailaba al son del viento. Su estrecha sombra, sobre el curtido campo de batalla, adivinaba su pequeña figura.
Se marchó, ¿porque quiso o porque se sintió forzada a hacerlo? ¿Por qué decidió ella sola? ¿Cuál fue la razón de que cortara los hilos de esta relación?
Dudas que dan lugar a preguntas y no entiendo nada. Nada a parte de una débil suposición que he hecho: ¿acaso acabó con esto porque no era más que una falacia llamada, equívocamente, amor?
Ella se fue, dejó su aroma impregnado en mi alma. Tantos recuerdos tatuados a lo largo de mi frágil cuerpo.
Y el cenicero está a rebosar de ceniza porque la extraño, la añoro, la echo de menos, y sigo sin comprender.
Si no era amor, ¿por qué siento este dolor?
No era amor o al menos no del verdadero, pues dicen que ése no se olvida y a mí me cuesta recordarla. A duras penas consigo evocar aquel día en que, sin siquiera pedirme permiso, ella entró en mi, y me hizo sentir tan… Tras tanto tiempo vacía, ¿qué se puede decir, llena?
Manipuladora nata.
Acercó sus dulces labios a mi oído, mientras me deleitaba, susurrando preciosas palabras, que mi mano pulcramente copiaba.
Ella se fue, tras llenar este vacío que habita en mí.
Ella se fue, tras hacerme sentir tan estúpidamente feliz.
Ella se fue y me ha dejado rota. Mas espero sanar pronto, gracias al tesoro que en mis hojas guardado dejo.
Se puede vivir de sueños, ¿verdad?
Pequeña maravilla de este mundo, viviré soñando que algún día volverás.

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