Por mi culpa, por mi gran culpa.

En espera. ¿Acudirá alguien a liberar estas muñecas mías? ¿Llegará alguien que de mí retire estas cadenas que yo misma coloqué? ¿Vendrá alguien a expandir estas alas que yo un día, llena de miedo, encogí?
Tictac, tictac. Sé perfectamente que el tiempo no va a dejar de correr por mí, pero otro día más en este mundo, siendo retenida por mi peor enemiga, es otro día más y ya está. Los sueños están ahí, las expectativas, las esperanzas, los deseos también. Mas no relucen como debieran.
Y la única culpable soy yo.
O no.
¿Acaso es culpa mía el ser niña? El ser pequeña. El ser débil. El ser inocente. El ser cabezota. El ser maniática. El ser soñadora. El ser indecisa. El ser masoquista.
¿Sufrir intentándolo o sufrir por abstenerme a intentarlo?
Entonces poso mi cabeza en la almohada, cierro los ojos y, mientras le doy vueltas a este asunto, empiezo a entrar en lo más profundo de mi subconsciente, soñando…

Hora de levantarse. Bienvenida. Otro día más en el infierno que he creado.

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