Tú.

Aspavientos con los brazos. Con mis brazos, mis lastimados brazos. Vete, vete y no vuelvas. No te quiero, nunca lo hice. Contigo a mi lado no puedo siquiera respirar. Eres tóxica. ¡Vete ya!
Y no se va.
¿Es que acaso no entiendes? Te estoy rogando que te marches, que me dejes, que me olvides. ¡Por favor!
No, no tiene ganas.
¿No comprendes? ¿No me comprendes? Soy ya mayorcita, no estoy jugando al escondite, estoy intentando evitarte. Deja de perseguirme. Sigue a cualquier otra. Pero a mí déjame.
Huye, ten vida propia. Madura, olvida tantas tonterías y pensamientos sin sentido que habitan en tu mente. Deja atrás todo aquello que te constituye, tantas preguntas, tantas cuestiones…
¡Oh! Es imposible hablar contigo. ¿Qué voy a hacer? ¿Qué va a ser de mí? Me estás volviendo loca.
Vístete, ponte tus zapatos de charol, dime adiós y mueve tus preciosas piernas en otra dirección.
Suéltame, me haces daño.
Aquí reitero ¿no has visto mis brazos? Me mantienes esposada día y noche, incansablemente.
¡Quiero ser libre!
Anhelo despertar y que no sea tu mirada lo primero que advierta en estos amaneceres que me has arrebatado. Dictadora en mi precioso mundo. Todo lo mío, por la fuerza, tuyo es. No consigo pensar más que en ti, tengo miedo a enamorarme.
Totalmente retenida estoy.
Déjame, te suplico, déjame pensar por mi cuenta durante tan sólo un momento. Permíteme utilizarlo. Controla tu poder de seducción, libérame. Consiénteme, déjame darle rienda suelta a mis ideas. Devuélveme mi libre albedrío.
Vete, vete y no vuelvas.
Sé que no me hará caso.
Vete, y cuando vuelvas sé menos severa.
Sigue ignorándome.
Quédate, o no. Es ése el quid de la cuestión.

Comentarios