El enésimo intento.

Yo no entiendo casi nunca.
Tú crees entender.
Ella no entiende nada. Y suele arrastrarme junto a ella al mundo de la ignorancia.
Nosotras. Ella y yo. Lo intentamos. De veras que sí. Le damos mil y un vueltas con el fin de entender.
Vosotras simplemente estáis en el juego.
Ellas no tienen la necesidad de entender. Si esta cuestión fue elaborada por ellas, ¿cómo iban a necesitar el uso de algo, además de la lógica?

Cuestiones. Personas que no juzgan, prejuzgan. No hablan, critican. No comprenden, se engañan admitiendo verdades superficiales. No escuchan, oyen; sus oídos dejaron de actuar como intermediarios en aquellas magníficas fusiones entre alma y mente hace ya tiempo. No piensan, escuchan a los que creen pensar, tatúan sobre mentes vírgenes aquello recientemente enunciado y, como un rayado disco de vinilo, repiten lo mismo una y otra vez (“el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”). No aprecian, sólo creen sentir la necesidad de poseer más. No aman, susurran un “te quiero” tras otro sin siquiera amarse a sí mismos, sin siquiera conocer el significado de dicha expresión. No son felices, creen serlo porque se sienten capaces de sonreír.

¿Qué podríamos encontrar si excaváramos más allá de tanta hipocresía?

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