Hablé con una sirena.

—Al fin me decidí, quiero ser traductora del alma. —Amm, ¿una rama de la psicología? —No, no. Traductora del alma. —¿Y esa es una carrera? —Claro, la carrera de la vida. —Vale —afirma con los ojos desorbitados —. Y, ¿en qué consiste? —Pues así básicamente trata de utilizar como instrumento la empatía. —¿Con el fin de...? —Ayudar. —Sabes que soy bastante misántropa por momentos. —Ja ja ja no pretenderás que practique la empatía con animales. —Buah —mueca de asco. —¿Cón las deidades? —Soy escéptica. —Y yo. ¿Entonces? —Hagamos un trato, ¿quieres? —De acuerdo —impaciente. —Solo podrás contarme cómo te en el trabajo en mis días filantrópicos. —Ay, amiga, si no te quisiera tanto... —¿Eso es un sí? —Sí. —Genial —me abraza —. Buena suerte con tu nueva meta. —Gracias, sire nena.