Luza. Ilusa.
Tengo que... He de admitirlo... Necesito decirlo... Si ahora mismo mi cuerpo reposa sobre el sillón de esta nave espacial azul eléctrico, es porque estoy cansada de mis hermanos. Un mundo hipócrita que lo único que recuerda de la Revolución francesa son tres palabritas que carecen de valor aunque sean consideradas como tales. No hay igualdad, pasamos del machismo al feminismo. Una enorme y horrenda pelota de acero que vacilante se desplaza de un extremo al otro sin perder tiempo. Dos o tres pirados gritan “revolución” y el mundo se da la vuelta. Quedando patas arriba y yo quedo, anclada en otra circunstancia, del revés. Parece que están contentas. Ellas, con sus zapatitos nuevos, sus vestiditos recién planchados, sus noviecillos efímeros junto a los cuales mancillan un poco más el sexo. Ellas, firmes poseedoras de fraccionarias partes de este mundo materialista que tan fieramente me ha cautivado. Hay un pelín de distensión en el ambiente y ya están cantando y bailando. Sus vidas son s...