Soy hidrófila.

Hoy he comprendido mi precoz obsesión por el agua. Es mi gemela separada al nacer. Somos como (¡vivan las metáforas!) dos gotas de H2O. Mi cuerpo inquieto es controlado por mi alma insegura. Ante las adversidades soy nerviosa como nadie, no se me puede parar. Mis eternos impulsos son ocasionados por vida que me conmociona, me perturba, me alegra, me tortura.
Cuando conocí el mar reconozco que me asustaba, pero pronto empecé a desear ser sirena y tener branquias y vivir en el fondo del océano y conocer a un tal Eric... Un plan difícilmente factible, tuve que permanecer, hasta el día de hoy, en la superficie. ¡Bellos dobles sentidos! 
Probablemente ahora se ve mucho más clara la relación entre mi sueño y mi adicción.
A los adolescentes les gusta beber otras cosas, pero yo sigo prefiriendo un vaso de agua. En verano nadie me quita de ir a la playa. Mi mobiliario favorito en una casa es la ducha, y no sólo por pulcra. La lluvia me entristece, pero es muy agradable de observar.
Soy hidrófila. Y no sé si lo sé porque sé lo más básico de griego o porque en la piscina hoy supe que me sentía como las ondas que causé con mis brazadas.
Los peces me dan miedo, pero soy hidrófila, aun sueño con vivir en la Atlántida.

(Hoy escribo como niña pequeña)

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