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Mostrando entradas de noviembre, 2010

Declaro la guerra a tu entidad.

Competición de terquedad. Para cabezota: yo. Peones en que sus majestades confían. Hacen poco más que abultar y fingir así que es mayor el ejército real. Torres en las esquinas, encargándose de que no acontezcan serios problemas. Ya sabes, abusos de violencia. Caballos de los jinetes que cabalgan guardando las espaldas de los monarcas. Alfiles omniscientes. Lo saben absolutamente todo. Y, al fin, yo la reina de los blancos. Él, el rey de los negros. Dispuestos a luchar pacíficamente. Porque ambos somos los únicos poseedores de la verdad. Y la impondremos. Sea como sea. Pese a las injusticias que serán cometidas. Hay ocasiones en que el fin justifica los medios. Auto-imposición del mando. Coronados, pero sin haber asumido el cargo. Esta lluvia maldita me recuerda tanto a la definición de los sentimientos. A veces agrada, otras no./Hay a quienes satisface, hay a quienes disgusta. ¿Móvil? Morbo, cansancio, diferencias sin resolver... Está poseído, ausente, esquivo. Ojalá fueran drogas...

Gracias, tocayo.

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Cerré los ojos. Me entregué a Morfeo. Dormí. Soñé. Me desperté. Volví a caer dormida. Volví a soñar. Día siguiente. Hay movimiento en casa. Mi madre me grita para que me despierte. Seguramente es un poquillo tarde. Y hoy toca entregarse plenamente a los verbos en latín. ¿Quién me mandaría a mí...? Me levanto súbitamente. Abro la persiana lentamente. Ese es el verdadero concepto de equilibrio. Un precioso día espera mi sonrisa. El sol luce radiante. Poco importaría que no brillara en todo su esplendor, porque tras un lloroso día, cualquier estrellita vale para hacerme brillar a mi también. Abro la ventana y asomo la nariz. ¡Oh, qué delicioso aroma! Esencia de novedad. Un nuevo día amaneció, carente del más mínimo rastro de nimbos. Una nueva persona despertó, carente de ineptos pensamientos sobre inutilidades realidades. Ya no llueve, pero llovió. Ya no llueve y eso me place. Ya no llueve, pero lloverá. Y yo estaré ahí, con mi pequeño y endeble paragüitas y mis vestimentas mojadas...

Lluvia del 27.

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Maldita, envenenada, mojada, traicionera, siniestra, maléfica, malvada, arrasadora, abusadora, devastadora, cruel, melancólica, triste, enfadada, pérfida, inicua, funesta, aciaga. ¿Acaso importa mi punto de vista de la susodicha? Lluvia. Solía no gustarme. Pero ya está aquí y mi esperanza de que arrastre con ella todo lo inútil, maquilla completamente mi perversa y subjetiva descripción. Mi sueño de que en sus gotas haya un poquito más de paz, amor y empatía. ¿Por qué no? Narradora protagonista. La detesto. Y detesto que sea noviembre, 27. Detesto el invierno o el otoño. Detesto el frío. Detesto el agua que cae de las grises nubes. Chubascos y chubasqueros. Paraguas baratos que se arruinan con una brizna de viento. Imagínate con los goterones que precipitan sobre mi cabecita, el vientazo que sopla. Mejor resignarse, tirar el paragüitas a la basura y mojarse. Pasar frío. Y somos tan egocéntricos (Mundo= Europa + Norte de América + Ciertas partes de Asia) que tenemos la horrible expr...

Los sesenta y nueve pecados capitales.

Tras el crepúsculo llegó la luna nueva, dando lugar a un eclipse en el amanecer. Se quisieron. Una hermosa fusión de sus miradas, ojitos malévolos cargados de desprecio. Se odiaron. Una expresión de rictus, divertida mueca. ¿Y ahora? Una indiferencia fraternal. Obsesivamente enamorados. Un rostro bello y educado. La más imperfecta perfección. Mutuo acuerdo. Cayó en sus redes. La incomodidad inundó su sangre. Las agujas bailaron sobre la brillante esfera y se acostumbró. Rutina: nacer, crecer, reproducirse y morir. Mas en mitad del hábito se rompió algo. La paz les incordiaba. Delicia jovial. Pedir perdón veintitrés veces tres. Esconder los aborrecibles te amo en apetecibles te odio. Una lucha continuada. A ver quien es capaz de hacer más daño. Ella muerde. Él succiona. Ella desmenuza. Él deseca. Su efímera vida basada en una relación prohibida. Aún resuena el eco de sus tiernas discusiones. No había miembro dominante. Insultos por lo bajini. Ganaba quien más tardara en callar, qui...

Fe finiquitada.

Se desperezó envuelta en el edredón tricolor y tras el enésimo bostezo se incorporó. Se bajó de la cama con el pie izquierdo, por supuesto. Se repentino reflejo se encontró en el espejo con el del astro sol. Y al ver la laceración rojiza de su mejilla recordó la razón de su rotura en pedacitos el día anterior. En ese momento ridículas pelusas yacían desperdigadas por el suelo de la habitación. Motas de ceniza agolpadas en torno al cacharro en que estaba sujeto el incienso. Ropa desdoblada sobre la silla, la cama, la mesa, el armario… Tan jodidamente desordenada. Cuatro paredes moradas (específicamente morado terciopelo) con marcas de pisadas y de ideas abandonadas. Razocinios a medio empezar trazados en post-its y una libreta verde pistacho pintorrajeada con boli Bic azul, de modo basto. Un, dos, tres. Respiraciones zen. Intentó ser un pelín egocéntrica porque continuamente se veía ahogada por culpa de las preocupaciones ajenas. Entrega. Misionera. Empatía. —Vale, estoy aquí y me...

Ni se te ocurra decir "¡qué bonito!"

Vendo mis ideas. He montado un lupanar en que puede usted contratar vocabulario del más variado. Y subasto todo lo que firmé aquellos días en que tener el don de la escritura me enorgullecía. ¿Crisis de carácter monetario? Nah. Esta es mi manera de resignarme. De decir "hasta aquí llegué". Se ha marchado. Ella. Mi jodida inspiración. Y yo estoy tan cansada de que en mis ojos se agolpen las lágrimas y sentirme tan miserable, fracasada. Adiós bellísimas palabras. Sé que os necesito. Y que no me hace ni puta gracia ponerle punto y final a esta bazofia. Pero es que tengo tanto miedo, soy tan endeble que necesito hacerlo, poner un fin eterno. (O, lo menos, indefinido). Arriesgaría tanto si tras esta despedida intentase regresar a este mundo fabuloso. Ajá, fabuloso cual fábula. Porque lo único que conseguí con esa libreta y este blog fue crear una realidad intangible. ¿Inexistente? No, intocable. Me confundí entre los lisonjeros comentarios y las opiniones sobre mi aparente pesim...

Prehistoria.

Milésima de segundo. Centésima de segundo. Segundo. Minuto. Hora. Día. Semana. Mes. Bimestre. Trimestre. Semestre. Año. Lustro. Década. Siglo. ¿Eternidad o infinito? No lo sé. Y tampoco sé si estas palabras tienen verdadera identidad. Puedes hablar de la milésima de segundo más larga de tu vida o del siglo más corto de la susodicha. Y cada vez que esta maldita manía humana por el orden mueve la manecilla de cada reloj de este planeta, nos alejamos un poquito más. Es como si aquella fina capa de arcilla a la que dimos lugar perdiera consistencia. Y cada conflicto ha caído cual lágrima sobre ésta, empapándola y colaborando en su lenta y dolorosa desintegración. Y cada vez que voy en tu busca, encuentro miradas que atrofian mi esperanza, palabras vacías; y siento que el aire vuelve a fluir entre nosotros, pero no es el aire que yo anhelo. Y me doy de bruces, tras otra vergonzosa y dramática situación, con que me falta madurez afectiva. Si tú supieras… Pero como no lo haces… Pues simple...