Declaro la guerra a tu entidad.

Competición de terquedad. Para cabezota: yo.
Peones en que sus majestades confían. Hacen poco más que abultar y fingir así que es mayor el ejército real. Torres en las esquinas, encargándose de que no acontezcan serios problemas. Ya sabes, abusos de violencia. Caballos de los jinetes que cabalgan guardando las espaldas de los monarcas. Alfiles omniscientes. Lo saben absolutamente todo. Y, al fin, yo la reina de los blancos. Él, el rey de los negros. Dispuestos a luchar pacíficamente. Porque ambos somos los únicos poseedores de la verdad. Y la impondremos. Sea como sea. Pese a las injusticias que serán cometidas. Hay ocasiones en que el fin justifica los medios. Auto-imposición del mando. Coronados, pero sin haber asumido el cargo.
Esta lluvia maldita me recuerda tanto a la definición de los sentimientos. A veces agrada, otras no./Hay a quienes satisface, hay a quienes disgusta.
¿Móvil? Morbo, cansancio, diferencias sin resolver...
Está poseído, ausente, esquivo. Ojalá fueran drogas —lo digo con pesar— ya que de eso sí se podría desenganchar. Son mil y un ideologías que flagelan al principito egocéntrico. La mejor de las anfetaminas, gracias al conocimiento adquirido siempre será capaz de elaborar el plan B, C o el que le saque de su último percance.
Abstracción. Seremos blanco y negro, pero eso no provoca el equilibrio, sino que lo atrofia. Hecho que empeora las "cosas".
Ayer dije que hoy me iba a enfadar. Llegado el momento, tomé mi diccionario y cuenta me di de que esa palabra no tiene cabida en éste. Me altero, dejo atrás la calma, a penas pienso... Detesto la situación, quiero echar a correr y no puedo por el mero hecho de que [...].

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