Nada más.

Y mis ojos se anegan en lágrimas. Porque lo sé. Y es una verdad triste. Porque a lo largo de mi vida me he topado con varios situaciones a las que habría dado un giro de ciento ochenta grados. Quizás las cosas habrían ido mejor o quizás no. ¿Quién sabe? ¡Nadie!
Tal vez habría sufrido menos, mas, ¿qué es la vida sin dolor? ¿Cómo podríamos aprender algo, cualquier cosa, si todo pudiese… ser girado?
Tan sólo palabras, miradas, gestos, movimientos…
Días, que pasan.
Y nada me dice nada. Me contaron que de la nada todo sale. Pero no sé sacar algo de la nada. Aquella quién llamé hermana me confesó creer que de la nada, nada sale. Él diría "es que no quieres saber". Cállate, contestaría, aunque odie dar órdenes. No tiene ni idea de lo mucho que lo intento.
Al menos la esperanza tengo de que a algún sitio llegaré. Sé pensar y no necesito más que eso.
Otra vez.
Tan sólo palabras, miradas, gestos, movimientos…
Días, que pasan.
Y todo no me dice nada. Me contaron que de la nada todo sale. ¿Qué es la nada? ¿Qué es el todo? A mi amigo Aristóteles placenteramente preguntaría.
Traumas en mi alma. Que no me dejan ver más allá de la nada. Él diría "es que no quieres ver". No es que no quiera, es que no sé. Sólo sé que no sé nada. De la nada todo sale.
Sí, el que espera, desespera.
Pero, a algún sitio, aunque sea desesperada, llegaré.

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