Vuelvo la vista atrás.

Recuerdo aquellos días en que mi tía me llevaba a ver la “última” película de Disney. El miedo y la tristeza componían mi cuerpo de niña. ¿Por qué? No, no entendía. Entonces preguntaba: “mamá, papá ¿por qué la última?”. Ellos contestaban con respuestas sin sentido para una inocente niña. Entonces otra vez me poseía la curiosidad “¿por qué?”. En aquella época jamás llegué a comprender.
Evoco aquel día en que acudí con mi papi a “recoger unos gatos”. Fuimos a un edificio muy grande en que había mucha gente, muchos ordenadores y teléfonos; el silencio no existía. Recorrí la estancia con la mirada, pero ni un animalito divisé. Mas la esperanza conservaba. De vuelta a casa, en el coche, sólo íbamos mi papá y yo. “¿Qué paso con los gatos?” me preguntaba a mí misma, en una nube de confusión. Otra vez me encontré con mil y un respuestas sin sentido. Nunca lo llegué a entender.
Vuelvo la vista atrás. Y hallo recuerdos que tranquilamente nadan por mi mente. O por mi alma. Quién sabe. Simplemente yacen en mi cuerpo.
Vuelvo la vista atrás. Y aquellos recuerdos que habitan en mí me hacen sentir grande. No, mejor dicho, gigante. Es una sensación parecida a la nostalgia. Tantas cosas que he dejado atrás para convertirme en quien soy. Y no soy nada. Nada más que sueños. “Que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son” dice Pedro Calderón de la Barca. Nada más que sueños. Y lo que quede de mi será lo que ellos me hagan llevar a cabo.
Vuelvo la vista atrás. Y pienso. Pienso que no son más que quince años y mi alma antiquísima es. Mas ¿de qué sirven tantos traumas cuando ésta me coloca una venda que mis ojos tapa? Aprender.
Vuelvo la vista atrás. Y me doy cuenta de que el tiempo es arrastrado por el viento. A veces tan rápido, a veces tan lento. Y sin embargo se va. Sin volver, jamás, la vista atrás. El pasado, el presente y el futuro. Pierden toda identidad. Lo vivido, vivido está. En mi mente, si la salud me lo permite, perdurará. Siempre seré aquella niña, esta adolescente, esa mujer. Siempre. No tengo opción.
Y ésa es tan sólo otra de las razones por que no soy libre.
¿Qué más da?
Tampoco es que necesite volar tan alto. No tengo miedo a las alturas. Tengo miedo a olvidar. Olvidar cómo volar.

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