Ni tú, ni yo.
Su perfume hurté. Ahora desenrosco el tapón del pequeño frasco que contiene su aroma. Y éste se expande por toda la habitación. Mmm, huelo su fragancia, su marca.
Ella. Señorita Vanidosa. Se sonroja si la miran, si la tocan.
Miro, la admiro. Lía con sus finos dedos los ensortijados rizos. Tirabuzones que, pulcramente, han sido elaborados en su cabellera. ¡Qué lucido peinado!
Esas infinitas pestañas, que envuelven sus ojos del color de la plata. Con tan sólo una mirada derriban la envidia del huracán.
Esos carnosos labios color sangre. Sangre que mana por sus venas y mantiene su esbelta figura en vela.
Esos ropajes que lleva. Dignos de ser vestidos por princesas. Ni muy anchos, ni muy estrechos.
Ella en sí es la definición de gracia.
Ella. Señorita Vanidosa. Se sonroja si la miran, si la tocan.
Miro, la admiro. Lía con sus finos dedos los ensortijados rizos. Tirabuzones que, pulcramente, han sido elaborados en su cabellera. ¡Qué lucido peinado!
Esas infinitas pestañas, que envuelven sus ojos del color de la plata. Con tan sólo una mirada derriban la envidia del huracán.
Esos carnosos labios color sangre. Sangre que mana por sus venas y mantiene su esbelta figura en vela.
Esos ropajes que lleva. Dignos de ser vestidos por princesas. Ni muy anchos, ni muy estrechos.
Ella en sí es la definición de gracia.
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