Dilo bajito.
Análisis. En cada mesa hay al menos un fumador que me envicia, un adolescente tecleando compulsivamente que me cautiva, un bichejo muerto que me cuenta mil secretos, un pequeño que desata mis sentimientos, un animador de fiestas que me roba una sonrisa y más... Hay mesas de solitarios y mesas que se quedan enanas. Hay mesas que me aburren y otras que me encandilan. Hay mesas. El mundo es un restaurante de lo más pintoresco del cual, durante escasos momentos, amo ser dueña.
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