Si no me falla la memoria, l a primera vez que me desmayé tenía 11 años. Eran las 7 largas de la mañana y aún no había desayunado. Mi madre me estaba cepillando el pelo desde detrás y sucumbí. Debió ser una sensación interesante el estar repasando los mechones y, al llegar a las puntas, pensar por una milésima de segundo que has tirado muy fuerte y por ello tu hija se ha inclinado más de la cuenta. Pero no me estaba inclinando, me estaba cayendo. Inmediatamente me tumbó en la cama y cuando fue a la cocina a buscarme algo muy azucarado que me subiese la bipolar tensión encontró a mi padre en el suelo teniendo una hipoglucemia y a mi hermano, que contaba en ese momento con 8 años, llorando desconsolado. La segunda vez fue también en casa. La historia se repite y mi madre estaba depilándome cuando los píxeles nublaron mi visión y, antes de caer, me senté en un banquito con la cabeza entre las piernas para que me subiese un poco de sangre en la cabeza. Mi padre me preparó unas mini-...