Merienda con bisutería.

Yo no grito ordenando que se callen porque por culpa de sus chillidos no escucho esta magnífica canción de Nirvana. Yo soy sumisa. Me agacho suavemente, abro mi mochila y conecto los cascos.
     
Me siento extremadamente triste aunque poseo un extenso mar celeste con reflejos grisáceos, un infinito horizonte anaranjado, una tenue pincelada rosa y un tranquilo cielo a penas interrumpido por cometas coloridas y pájaros despistados. Mi agridulce atardecer. Kurt me pide a gritos que le viole, encantadísima cumpliría su deseo, pero él y mi reina rocanrolean en otra esfera...
Sé que en breve el boli se quedará sin tinta, pero se me escapan los detalles. Vaya mierda de incertidumbre. Esperaré hasta finales de diciembre mi cita con doña Precisión.
Hasta ese aclamado momento la paz de algunas personas (tan jodidamente especiales) seca mis lágrimas. Where's the peace? "En el cielo" me dice una poderosa señal. Mas mis ojos secos difícilmente pueden escrutar la puerta al más allá.

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