Disertación astronómica.
Lloraba estruendosamente, mas eso no le impedía seguir tomando instantáneas de los transeúntes que circulábamos por la avenida Constelación.
Vacilante me acerqué a él y me senté a su lado. Alzé la vista.
—¿Qué te pasa cielo?
La gente no apartaba su mirada de mí. "La chica a quien no le importa estar mojada." Probablemente pensaban <>.
—Cuando él va yo vengo. Cuando él viene me marcho. ¿Puedo afirmar que lo extraño?
Perpleja me quedé cuando aquellas palabras escuché.
—Dicen que somos polvo de estrellas —supuse.
—Ajá... De hecho lo somos.
"¡Ya! No me gusta hablar sin conocimiento de causa." Pero callé, no soy (tan) borde.
—Pues quizá sí puedes afirmarlo. Una vez ví al astro rey en presencia de su amante colorido y tú, su hijo.
—Su hijo maricón —repuso al borde del llanto.
—Bah, ¿por qué me has mentido?
—¿Te gustaría tomar un café?
—¿Para...? ¿Qué quieres, disponer de aún más tiempo para llorar?
—Vale, ¿te hace, entonces, una taza de Nesquik?
—Pero si, con tus temblores, lo pondrías todo perdido.
—Sí que eres borde.
"Y tú un maricón." Volví a callar, y menos mal que no ataqué antes.
—¿Por qué le extrañas?
—No sé. Era por sacar tema...
—Ammm, pues ya que estamos podrías desaparecer un ratito.
—¿Por qué? —comenzó el diluvio.
Exploté.
—Por soso, marginado y maricón.
Abrí los ojos, había vuelto a quedarme dormida en el balcón por culpa de la maldita lluvia.
¿Por qué será que siempre (les) reprocho mi condición?
Vacilante me acerqué a él y me senté a su lado. Alzé la vista.
—¿Qué te pasa cielo?
La gente no apartaba su mirada de mí. "La chica a quien no le importa estar mojada." Probablemente pensaban <>.
—Cuando él va yo vengo. Cuando él viene me marcho. ¿Puedo afirmar que lo extraño?
Perpleja me quedé cuando aquellas palabras escuché.
—Dicen que somos polvo de estrellas —supuse.
—Ajá... De hecho lo somos.
"¡Ya! No me gusta hablar sin conocimiento de causa." Pero callé, no soy (tan) borde.
—Pues quizá sí puedes afirmarlo. Una vez ví al astro rey en presencia de su amante colorido y tú, su hijo.
—Su hijo maricón —repuso al borde del llanto.
—Bah, ¿por qué me has mentido?
—¿Te gustaría tomar un café?
—¿Para...? ¿Qué quieres, disponer de aún más tiempo para llorar?
—Vale, ¿te hace, entonces, una taza de Nesquik?
—Pero si, con tus temblores, lo pondrías todo perdido.
—Sí que eres borde.
"Y tú un maricón." Volví a callar, y menos mal que no ataqué antes.
—¿Por qué le extrañas?
—No sé. Era por sacar tema...
—Ammm, pues ya que estamos podrías desaparecer un ratito.
—¿Por qué? —comenzó el diluvio.
Exploté.
—Por soso, marginado y maricón.
Abrí los ojos, había vuelto a quedarme dormida en el balcón por culpa de la maldita lluvia.
¿Por qué será que siempre (les) reprocho mi condición?
LMHP
Comentarios