Un caramelo de vainilla temporal.
Llegó el esperado verano. Mejor dicho, esperadísimo. Pero con éste vino de la mano también el calor, quien a su pequeño arte disipó. Talento disuelto en pensamientos antaño impensables. Adquirió en el estanco un caramelo de vainilla, y ahora se pelea para abrir el envoltorio con sus uñas mordidas pintadas del color rosado con que se identifican a una Barbie. Niña de papá. Manos transpiradas, se empieza a notar el calor. Al fin rompe el papel amarillo, y mete el dulce en su boca. Lo siente, una vez más, es poseída por el sabor dulzón de la vainilla. Y no hay tiempo de tomar un lápiz para continuar escribiendo sandeces. Un caramelo de vainilla temporal, tan fácilmente controlada. Manipulada...