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Mostrando entradas de junio, 2010

Un placer hedonista.

—¿Sabes qué? —¿Qué? —Creo que me rayo mucho. —¿Mucho? —Demasiado… —¿Demasiado? —¿Seguirás actuando como mi eco mucho más? —No. Simplemente pensaba. —En voz alta. —Ya. Ella suspira. Él retoma la conversación. —Y, ¿por qué lo haces? —Porque… No sé. —Sí lo haces. —Es que soy humanista, o ilustrada. Agnóstica. Joven. Qué sé yo. —Sabes más de lo que crees saber. —Sólo sé… Él interrumpe. —Que no sé nada. —No me interrumpas —dice ella irritada. —Perdón. —A lo que iba, sólo sé que sé muy poco. —Aprendamos. —Por eso me rayo. —Soy el mejor. —Lo sé. —Otras cosa más que sabes. Ni se te ocurra volver a cuestionarme mi egocentrismo. —De acuerdo. Aunque sabes que lo haré. —Qué se le va a hacer… —Habrá que intentarlo. —¿Entonces? —Lo intentaré, procuraré no volver a cuestionártelo. —Gracias. —Las tuyas. Ambos sonrientes. Él concluye. —Las nuestras.

La última velada.

—Mira, me rindo —dijo satisfecha y a la vez orgullosa la luna, ocultando su melancolía. —Pues vale —contestó pasivo el sol, ocultando su pena al saber que no volvería a verla. —Entonces, ¿ya está? Problema resuelto, ¿verdad? Como siempre, a tu manera. —Otra vez igual… —No te lo reprocho. —Pues lo parece. —Nada es lo que parece. Simplemente recordaba mi condición. —Tu condición débil. —Mi condición débil y pueril. Quedose sin palabras y suspiró el sol, alisando su rutinario traje de bipolaridad. A veces tan congelado, otras tan candente. Ella, sumisa y paciente, no mantenía su mirada, no más que por miedo a no encontrarla y hallar en su lugar la mayor muestra de una realidad taciturna, una relación olvidada. —¿Te arrepientes? —susurró ella. Tan bajito que, confundido con un silbido, él siguió mirando hacia el infinito. Repitió entonces—. ¿Te arrepientes? No. Ayer. Tal vez. Es que. Yo. Pero. Acontecimiento. Sí. Suelta una sarta de palabras que poca coherencia tienen ante el a...